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Los huastecos desarrollaron una ideología y religión propias, que tomaron como base una cosmovisión parecida a la Mesoamericana como símbolos grabados en caracol, decoración de vasijas y esculturas; que se han mantenido gracias a la tradición, noticias y ceremonias religiosas actuales.
Es posible que compartieran una idea cercana del origen universal, de cuando no existía una tierra que habitar ni un cielo que admirar, solo océano y oscuridad en un constante estado de suspenso hasta que los dioses tomaron un pez, llamado Zipac en nahua o Dhipaak en teenk, parecido a un lagarto y fue partido en dos, creando así el cielo y la tierra de sus mitades.
El cosmos era concebido como un todo orgánico, dividido en planos que se intercomunicaban entre sí por medio de cinco árboles que estaban colocados en cada esquina y uno al centro. Los teenek de San Luis Potosí piensan que el mundo se sostiene por hombres que murieron ahogados en lugar de los árboles, que cada año se rompen y son revelados por otros con un fin similar.
El cosmos huasteco está constituido por tres niveles: el inferior o inframundo, donde residen los muertos y las deidades de naturaleza fría; el nivel intermedio o terrenal, habitado por los seres humanos; y el nivel superior o celestial, hogar de los dioses de carácter cálido. Esta concepción tripartita del universo perdura en las comunidades de México, incluyendo a la población mestiza y urbana, y se refleja en los altares.