El presidente de Rusia, Vladímir Putin, dejó abierta la posibilidad de usar el nuevo misil hipersónico Oréshnik contra objetivos estratégicos en Kiev, incluyendo centros de decisión militar, si persisten los ataques ucranianos con armamento occidental sobre territorio ruso.
Estas declaraciones se dieron en el marco de una rueda de prensa en Astaná, tras una cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).

Amenazas de una respuesta contundente
Putin señaló que las fuerzas ucranianas han intentado atacar instalaciones críticas rusas, incluso en ciudades clave como Moscú y San Petersburgo. “Responderemos a estos actos de agresión contra Rusia. Cómo y cuándo lo hagamos dependerá de las decisiones del Ministerio de Defensa”, advirtió. También destacó que el uso del Oréshnik sería parte de una estrategia calculada, utilizando “el instrumento adecuado para cada objetivo”.
El misil Oréshnik, conocido por su velocidad y capacidad de eludir defensas aéreas, ya fue empleado contra una fábrica militar en Ucrania, según informes previos. Esto marca un nuevo capítulo en el conflicto, con el riesgo de una escalada mayor.
El estancamiento en las negociaciones de paz
Aunque reiteró su disposición a negociar, Putin enfatizó que las condiciones de Rusia para la paz siguen siendo las mismas: la retirada de las tropas ucranianas de territorios anexados como Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón; la declaración de Ucrania como un país no alineado; su “desnazificación y desmilitarización”; y el levantamiento de todas las sanciones occidentales. Sin estas condiciones, aseguró, no habrá avances hacia una resolución del conflicto.
Un conflicto que afecta más allá de Europa
Estas tensiones tienen implicaciones globales, particularmente para los migrantes latinos en Estados Unidos que siguen de cerca los efectos económicos y políticos de la guerra.
El conflicto ha impactado los precios de alimentos y combustibles, influyendo en la vida diaria de millones de personas fuera de Europa. Además, el uso de armas avanzadas como el Oréshnik podría intensificar los llamados a una intervención internacional más decidida.
Con las relaciones entre Rusia y Occidente en su punto más bajo, y una guerra que parece no tener fin cercano, el mundo observa con preocupación los próximos pasos de ambos lados.