El director mexicano Alfonso Cuarón, reconocido por su maestría en películas como Roma y Gravity, compartió en el Festival Internacional de Cine de Marrakech su perspectiva sobre el ritmo de su carrera y los procesos creativos que lo acompañan.
Aunque asegura que le gustaría ser más prolífico, confiesa que su amor por la vida y los tiempos entre proyectos juegan un papel clave en su forma de trabajar.
Cuarón explicó que no suele embarcarse en proyectos apresuradamente. “Soy más un cinéfilo que un director”, dijo, destacando cómo su amor por el cine, con su diversidad y riqueza, lo inspira constantemente.
Sin embargo, la lentitud en desarrollar ideas para nuevas películas lo lleva a valorar los momentos entre cada producción. “A menudo me pregunto por qué no hago más películas… Es que me gusta la vida, me gustan los espacios entre medias”.
Asimismo, reconoció que a veces experimenta aburrimiento con ideas o formatos que ya domina, lo que lo impulsa a explorar territorios desconocidos. Aprender a soltar proyectos que no prosperan también ha sido parte de su evolución creativa: “He aprendido a decirme: ‘vale, esto no va a pasar’ y sigo adelante”.
Una anécdota destacada fue su relación con Harry Potter y el prisionero de Azkaban (2004). Inicialmente, aceptó dirigir la película por necesidad económica y sin haber leído los libros. Sin embargo, una conversación con Guillermo del Toro, quien lo recomendó para el proyecto, cambió su perspectiva.
Del Toro lo llamó “pinche arrogante” por no haberse informado, lo que motivó a Cuarón a leer las novelas y descubrir su potencial. “Fue una de las mejores experiencias, aprendí muchísimo”, comentó.