Foto: Gobierno de Veracruz vía Facebook
En Veracruz, cada despedida de año se convierte en un estallido de alegría, música y tradición con El Viejo, una costumbre que hace brillar la esencia festiva y creativa de los jarochos. Esta tradición, que mezcla humor, nostalgia y renovación, transforma las calles en escenarios llenos de color y risas, mientras se despide el Año Viejo y se da la bienvenida al Nuevo con un espíritu inconfundiblemente veracruzano.}
La historia de El Viejo está cargada de simbolismo y anécdotas. Se dice que comenzó en el Puerto de Veracruz cuando los trabajadores de los muelles, al no recibir aguinaldo, protestaron con latas, cencerros y tapaderas de metal. Al año siguiente, sus patrones los compensaron con alimentos y licor, y lo que inició como un reclamo se convirtió en una celebración.
Hoy, esta tradición ha evolucionado en distintas regiones de Veracruz. En los Tuxtlas, por ejemplo, se crea un muñeco hecho de trapos, papel y petardos, que se sienta frente a las casas con un letrero que reza: “Una limosna para este pobre viejo, que ha dejado hijos para el año nuevo”. Niños y adultos pasean al Viejo entre jaraneros y bailadoras, pidiendo cooperación para la fiesta que culmina al quemar al monigote en un estallido de luces y ruido a la medianoche del 31 de diciembre.


Fotos: Sitio web La Imagen de Veracruz
En Xalapa, la celebración toma vida con personas disfrazadas de Viejo, ataviadas con harapos, barbas falsas y sombreros, que recorren las calles junto a amigos igualmente caracterizados. Entonan coplas como:
- “Una limosna para este pobre Viejo, que ha dejado hijos para el año nuevo.”
- “Ya se va el Viejo, muriéndose de risa, porque esta noche lo vuelven ceniza.”
La celebración no se detiene ahí: el 1 de enero, el Viejo reaparece con un muñeco bebé en brazos, simbolizando el renacimiento y la llegada del nuevo año.

El Viejo no solo despide el año que se va; celebra la alegría de vivir, la unión comunitaria y el ingenio de un pueblo que convierte cualquier momento en una fiesta. Con cada chispa, copla y sonrisa, los jarochos nos recuerdan que el fin de un ciclo es solo el inicio de nuevas oportunidades y motivos para celebrar.