El presidente ruso, Vladímir Putin, celebra un cuarto de siglo de poder absoluto, en un periodo en el que ha consolidado su dominio, erradicado a sus enemigos y ampliado la influencia de Rusia a través de conflictos bélicos y anexiones territoriales.
En este aniversario, Putin destacó que Rusia se ha “alejado del borde del precipicio” desde que asumió el poder el 31 de diciembre de 1999, tras la renuncia de Boris Yeltsin.
Reelegido en marzo de 2024 para un nuevo mandato, Putin se posiciona en la historia como el líder que restauró el orgullo imperial ruso, perdido tras la caída de la Unión Soviética en 1991.
Sin embargo, su permanencia en el poder también refleja un régimen de absolutismo, donde la voz del líder es la última palabra, y las decisiones colegiadas han sido reemplazadas por una estructura de poder personalista.
A partir de 2012, Putin instauró un régimen en el que su figura se fusionó con la Iglesia Ortodoxa, promoviendo la ideología nacionalista y utilizando su poder para mantener a Rusia en una postura antidemocrática.
En su búnker durante la pandemia, su distancia del pueblo se consolidó, marcando el inicio de la invasión de Ucrania, lo que a su vez desató una guerra que ha dejado huellas profundas en Rusia y en su relación con el resto del mundo.
Putin declara la guerra a Occidente y a su propio pueblo
La retirada estadounidense de Afganistán convenció a Putin de que Occidente había tocado fondo, lo que le llevó a subestimar la resistencia de Ucrania y a cometer el error de creer que el país caería fácilmente. No obstante, los planes de Putin han fallado, y el conflicto en Ucrania continúa siendo un desafío de grandes proporciones para el Kremlin.
Grietas en el sistema
A pesar de su poder absoluto, las fisuras en el régimen ruso se hacen cada vez más evidentes. La retirada de Bashar al Asad, aliado clave de Putin en Siria, es un ejemplo de cómo la visión geopolítica del líder ruso está siendo cuestionada.
La guerra en Ucrania ha agotado recursos y vidas, revelando que Rusia, aunque posea tecnología avanzada, enfrenta graves problemas de corrupción y atrasos en su desarrollo.
La fallida rebelión del líder del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, mostró la creciente insatisfacción dentro del régimen, y las recientes fallas en los servicios secretos rusos han intensificado la vulnerabilidad del gobierno de Putin.
Además, la economía rusa, que dependía de los hidrocarburos, ahora exporta violencia y desinformación en lugar de recursos, una estrategia que está demostrando ser insostenible a largo plazo.
