Foto: La Casa del Agua vía Facebook
En el corazón de los humedales más extensos de Mesoamérica, donde los imponentes ríos Grijalva y Usumacinta se encuentran, nació en 2002 un proyecto que marcó un antes y un después en la educación ambiental del sureste mexicano: La Casa del Agua (Uyotot’ Já, en maya chontal). Este espacio, ubicado en Frontera, Tabasco, se erigió como un faro de conciencia para la conservación de la riqueza natural de los pantanos de Centla, un ecosistema vital para México y el mundo.
Durante más de dos décadas, La Casa del Agua no solo fue un centro de aprendizaje, sino un punto de encuentro para miles de personas comprometidas con la sostenibilidad. Por sus salas y senderos interactivos pasaron más de 200 mil visitantes de todas las edades, quienes encontraron en este lugar una ventana al conocimiento sobre el cambio climático, la restauración de ecosistemas y el papel crucial que desempeñamos como sociedad en la protección del medio ambiente.



Fotos: La Casa del Agua vía Facebook
Un impacto transformador
Desde su apertura, La Casa del Agua impartió 1,100 talleres educativos, impactando directamente a más de 150,000 personas. Su enfoque práctico y dinámico inspiró a generaciones a entender la importancia de los humedales y su papel como “riñones” del planeta, regulando el agua, capturando carbono y albergando una biodiversidad única. En cada visita, niños, jóvenes y adultos se sumergieron en una experiencia que despertaba el asombro por la naturaleza, generando no solo conocimiento, sino también empatía y acción.
El desafío de la pandemia
Sin embargo, como muchos proyectos en el mundo, La Casa del Agua enfrentó retos sin precedentes durante la pandemia por Covid-19. La drástica caída en la afluencia de visitantes y la falta de recursos financieros obligaron a este centro a cerrar sus puertas el 15 de enero de 2024. Fue una decisión difícil para quienes dedicaron su vida a este espacio, pero no el fin de su misión.
Aunque el cierre representa un momento de pausa, también es una oportunidad para reflexionar sobre el legado de La Casa del Agua y el compromiso colectivo que necesitamos para mantener viva su misión. La esperanza de reabrir sus puertas sigue latente, apoyada en el deseo de encontrar aliados que compartan la visión de un planeta sustentable y en el poder de la comunidad para generar cambios.
En las palabras de quienes trabajaron durante 22 años en este proyecto, se siente el orgullo por lo logrado y el optimismo por lo que aún está por venir. La Casa del Agua no es solo un edificio, es un símbolo de que la educación ambiental puede transformar realidades.
La Casa del Agua fue, es y será un recordatorio de que la riqueza natural de los pantanos de Centla es un tesoro que debemos cuidar. Con el apoyo de quienes creen en su causa, aún existe la esperanza de que este emblemático lugar pueda volver a abrir sus puertas y seguir inspirando a generaciones futuras.




Fotos: La Casa del Agua vía Facebook