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El presidente electo Donald Trump declaró que busca cambiar el nombre del Golfo de México a “Golfo de América”, porque ” suena mejor”.
Este no es el primer escándalo de su propuesta de rediseño del mapa del hemisferio occidental, pues recientemente llamó al país de Canadá como el “estado 51” en repetidas ocasiones además de exigir a Dinamarca que ceda Groenlandia y a Panamá que regrese el Canal de Panamá.
Resurgimiento de la propuesta
Desde su campaña de 2016, Trump ha tenido una relación tensa con México, marcada por su retórica sobre el muro fronterizo y los aranceles. El Golfo de México, una masa de agua compartida entre México y Estados Unidos, ha sido históricamente reconocido con su nombre actual durante más de cuatro siglos. Sin embargo, esta no es la primera vez que se plantea rebautizarlo. En 2012, un legislador de Mississippi propuso un cambio similar como una broma legislativa.
¿Es factible el cambio de nombre?
Cambiar el nombre de una masa de agua internacional como el Golfo de México no es una decisión unilateral. Involucra a la Organización Hidrográfica Internacional (OHI) y requiere consenso global, algo poco probable dada la resistencia cultural e histórica que enfrentaría una propuesta así.
En comparación, decisiones como el cambio de nombre del Monte McKinley a Denali por Barack Obama en 2015 fueron más sencillas, ya que involucraron un territorio completamente dentro de los Estados Unidos.
Simbolismo y disputas sobre nombres geográficos
El caso del Golfo de México no es único. Existen disputas similares en otras partes del mundo:
- Mar de Japón/Mar del Este: Japón, Corea del Norte y Corea del Sur discrepan sobre este nombre debido a su historia colonial.
- Golfo Pérsico/Golfo Árabe: Una disputa entre Irán y varios países árabes sobre cómo llamar a esta importante masa de agua.
Los nombres geográficos no solo describen lugares, sino que representan identidades y reivindicaciones políticas, lo que hace que su modificación sea siempre polémica.