Imagen vía Facebook Carlos H. Loza Gutiérrez
La historia de Guadalajara, la Perla Tapatía, está marcada por una serie de desplazamientos antes de establecerse definitivamente en su ubicación actual. Después del breve asentamiento de Guadalajara en Zacatecas, la ciudad se movió a Jalisco en busca de agua y mejores condiciones de vida para sus pobladores llegando así a lo que hoy es Tonalá, Jalisco.
En 1533 Nuño Beltrán erige, por segunda vez, la ciudad de Guadalajara en Tonalá: una zona con mejores condiciones climáticas y del agrado del español. Por desgracia, Guadalajara no se quedaría por mucho tiempo en Tonalá, pues Nuño de Guzmán tenía otros planes para el territorio.
Al llegar a lo que se conocía como “Tonalla”, Nuño de Guzmán expulsó a los fundadores del lugar por, supuestamente, querer que la población ya existente formara parte de su sede como marquesado; similar a la de Hernán Cortés quien ostentaba el título de Márquez en del valle de Oaxaca.
Los habitantes locales se resistieron a esta imposición, lo que dificultó la permanencia de la ciudad en Tonalá. Para 1535, debido a los conflictos con los pobladores y a la falta de estabilidad, Guadalajara fue reubicada nuevamente, marcando así otro capítulo en su camino hacia su establecimiento definitivo.