Foto: Sitio web Lugares INAH
En lo profundo de la selva campechana, donde el tiempo parece detenido, se alza Balamkú, una antigua ciudad maya que guarda en sus muros el legado de una civilización fascinante. Descubierto oficialmente en 1990 tras un saqueo que dejó al descubierto su magnífica fachada, este sitio arqueológico es un testimonio del ingenio y la maestría artística de sus antiguos habitantes.
Balamkú, cuyo nombre significa “Templo del Jaguar”, es un conjunto de estructuras monumentales que abarca aproximadamente un kilómetro cuadrado. Sus edificaciones, distribuidas en distintos grupos arquitectónicos, reflejan la influencia de grandes ciudades mayas como Calakmul y Tikal en sus inicios, y más tarde de Becán, con la que compartió características estilísticas únicas.
El Grupo Central, epicentro de la ciudad, alberga una impresionante fachada que combina figuras mitológicas y símbolos de poder, pintados con tonos vibrantes en rojo, negro y azul. En el Grupo Sur, una pirámide de diez metros resguarda la representación temprana de un dios con apariencia animal, antecedente de las majestuosas fachadas de Chicanná y Tabasqueño.
A pesar del paso de los siglos, Balamkú sigue vivo en su piedra labrada y en la memoria de los arqueólogos que trabajan incansablemente para preservar su esplendor. Más que un vestigio del pasado, es una ventana al pensamiento y la cosmovisión de un pueblo que encontró en la selva su hogar y su inspiración.
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