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El fallecimiento del papa Francisco marca el fin de un pontificado profundamente comprometido con las causas sociales, espirituales y, de forma muy destacada, con el cuidado del medioambiente. Su legado como defensor de la “casa común”, como él mismo llamaba al planeta Tierra, trascenderá generaciones y seguirá inspirando a creyentes y no creyentes.
Desde el inicio de su pontificado, Francisco no dudó en utilizar su posición para alzar la voz contra la crisis ambiental. En 2015, apenas dos años después de asumir el papado, publicó la encíclica Laudato si’, considerada la primera “encíclica verde” de la historia de la Iglesia. En ella, alertó sobre la degradación ambiental, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la responsabilidad moral que tenemos como humanidad para proteger el planeta. Denunció con valentía la privatización del agua, la cultura del descarte y la explotación de los más pobres por intereses económicos.
Para el papa Francisco, cuidar el medioambiente no era un acto político, sino un deber espiritual. “Somos naturaleza. Cualquier daño que le hagamos al entorno es también un daño a nosotros mismos”, afirmó ante la Asamblea General de la ONU.
En 2023 publicó Laudate Deum, una exhortación en la que denunció la falta de acción frente a la emergencia climática, criticó el negacionismo y pidió acabar con las “burlas irresponsables” hacia quienes defienden el medioambiente. También abogó por el arrepentimiento de los “pecados ecológicos” y la necesidad urgente de frenar el uso de combustibles fósiles y la deforestación.
Hasta sus últimos días, Francisco envió mensajes de alerta. En abril de 2024, con motivo del Día de la Tierra, advirtió que “el planeta se dirige a la ruina” y criticó duramente a su generación por no haber sabido custodiarlo.
El papa Francisco no solo predicó con palabras, sino con acciones. Su legado es claro: cuidar la Tierra es una forma profunda de amar al prójimo.
EFE