Foto: Página de Facebook Bien Hecho en México
Cada Jueves de Corpus Christi, en muchas regiones de México, es común ver a niños vestidos de campesinos vendiendo o regalando pequeñas “mulitas” artesanales a la salida de las iglesias. Esta entrañable tradición, viva especialmente en el centro del país, tiene raíces que se remontan al siglo XIII y a la época colonial.
Durante el Corpus Christi, se rinde homenaje a la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. En tiempos virreinales, comunidades indígenas de Puebla, Tlaxcala, Morelos y el Valle de México acudían a la Catedral Metropolitana para entregar ofrendas al Santísimo Sacramento: frutas, flores y semillas que transportaban en guacales sobre sus espaldas o en lomos de mulas.
Estos animales, resistentes y nobles, fueron fundamentales no solo para el transporte de las ofrendas religiosas, sino también en la vida diaria, la construcción de templos y caminos. Su esfuerzo fue tan importante que con el tiempo se convirtieron en un símbolo de humildad, servicio y devoción.
Por ello, surgió la costumbre de regalar mulitas hechas de hoja de maíz, carrizo, barro o cerámica, como recordatorio del trabajo y fe de los pueblos originarios. Más que un simple obsequio, estas figuras representan el agradecimiento por el esfuerzo y la entrega al “Cuerpo de Cristo”.
Así que, si el próximo 19 de junio recibes una pequeña mulita, acéptala con cariño: es una muestra de tradición, historia y fe compartida por generaciones de creyentes mexicanos.