En Bolivia, la escasez de combustible, un problema persistente durante meses, ha escalado hasta convertirse en una crisis nacional.
La falta de diésel y gasolina impacta directamente al sector productivo y al transporte, paralizando varias actividades esenciales y afectando gravemente a la economía.
La situación ha empeorado debido a bloqueos recientes liderados por seguidores del expresidente Evo Morales, quienes protestan contra las investigaciones judiciales en su contra. Aunque los bloqueos terminaron hace una semana, los efectos sobre el suministro de combustible persisten.

La falta de diésel impide las labores de cosecha y transporte de alimentos, cruciales para abastecer a todo el país, ya que el 70% de la producción de esta región está destinado al consumo nacional.
Por su parte, la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) ha informado que se necesitan 295 millones de litros de diésel para la campaña de verano, el 13% del consumo nacional, para evitar una pérdida total de cosechas.

El sector de transporte también está en emergencia. Camiones que transportan alimentos y otros productos entre regiones no pueden operar, y las largas filas en las estaciones de servicio han generado bloqueos de transportistas en protesta por la escasez de combustible. La situación ha obligado a reducir la frecuencia de viajes interdepartamentales y amenaza con llevar al borde de la quiebra al transporte internacional.
El presidente Luis Arce ha anunciado medidas para enfrentar esta crisis. Recientemente, firmó un decreto que permite a empresas privadas importar y comercializar diésel y gasolina durante un año. Además, prometió que el abastecimiento se normalizará en un plazo de 10 días, aunque expertos como el exministro de Hidrocarburos, Álvaro Ríos, advierten que el gobierno necesitará hasta 3,700 millones de dólares en 2025 para importar combustible si no toma decisiones urgentes. Ríos ha señalado que cada día de inacción representa millones de dólares en pérdidas para el país.
Mientras Bolivia espera una solución definitiva, la incertidumbre sobre la estabilidad de su economía y la seguridad alimentaria sigue creciendo.