Foto: Waltraud Martínez Olvera, Xalapa Veracruz, vía Facebook
Las posadas navideñas en México son mucho más que una celebración religiosa. En cada rincón del país, estas fiestas reflejan la riqueza cultural y las tradiciones de las comunidades que las llevan a cabo. A continuación, exploramos cómo se viven las posadas en Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Puebla y Veracruz, donde cada región explota su propia esencia en esta festividad.
Guerrero: espíritu festivo de los Nahuas
En Guerrero, los nahuas celebran las posadas del 10 al 24 de diciembre, fortaleciendo los lazos entre familias y vecinos. Además de las procesiones y los cantos tradicionales, estas fechas incluyen peregrinaciones y rituales personales como los bautizos y regalos de ropa. En localidades como Tixtla y Tlapa, el pozole verde de semilla de calabaza “chihua” es un alimento exclusivo para las posadas, conectado con el sistema festivo y agrícola de la milpa.
La creatividad de los nahuas también se refleja en sus artesanías, reconocidas internacionalmente, y en su poesía, que celebra la vida y la tradición.

Foto: Evelyn Salgado Pineda, Gobernadora del estado de Guerrero, vía Facebook
Michoacán: La fiesta del Takari de los P’urhépechas
En la comunidad p’urhépecha de Tiríndaro, Michoacán, las posadas comienzan con la Fiesta del Takari, un ritual que combina la tradición católica con las costumbres locales. A partir del 15 de diciembre, los jóvenes recolectan el takari (Cabello de Ángel) para decorar el templo y la casa del carguero encargado de cuidar al Niño Dios. Durante nueve días, la comunidad celebra con danzas, cantos y el clásico churipo, un caldo de chile rojo servido con corundas o tamales de ceniza.
La danza y la vestimenta también son protagonistas. Los hombres lucen trajes tradicionales y máscaras, mientras las mujeres visten naguas y delantales coloridos. Este festejo refleja la espiritualidad y el sentido de comunidad que caracteriza a los p’urhépechas.

Foto: México desconocido
Oaxaca: Hermandad y tradición Zapoteca
En Oaxaca, las posadas zapotecas son un símbolo de hospitalidad y hermandad. Las tardes comienzan en los templos, donde se representan los santos peregrinos. Los niños disfrutan de horchata, galletas y serpentinas, mientras las familias comparten el significado de la unión y la empatía.
Un elemento distintivo de esta región son los nacimientos, que suelen ser grandes y detallados, invitando a un juego comunitario para encontrar figuras específicas. En cuanto a la gastronomía, destaca el pilte, un platillo similar al tamal, preparado con pollo y marinado en especias, envuelto en hojas de plátano y hierba santa.

Foto: Gobierno del Estado de Oaxaca vía Facebook
Puebla: La celebración de los Mixtecos
Para los mixtecos en Puebla, las posadas son una ocasión para demostrar generosidad y fortalecer la identidad cultural. Las fiestas incluyen cantos, piñatas y juegos pirotécnicos, además de la tradicional danza de los tecuanes. Los aguinaldos son abundantes, con dulces, frutos secos y frituras, y se sirve una variedad de alimentos como tamales, café, cerveza y tequila.
La comunidad participa activamente en los preparativos, decorando las casas y los nacimientos, y celebrando con música y alegría. Estas fiestas son un reflejo del espíritu de hermandad y la alegría compartida.
Veracruz: Xkutakgela y la tradición Totonaca
En Veracruz, las posadas totonacas forman parte del ciclo festivo de la milpa. En la costa norte, se celebra con alimentos tradicionales como el atole agrio, preparado con maíz fermentado, y el chilpozonte, un caldo de pollo con chipotle. Estas comidas están ligadas a los ciclos agrícolas y los rituales de agradecimiento.
Los totonacos también realizan procesiones con pequeños pesebres, recorriendo nueve casas vecinas para representar los meses de embarazo de la Virgen María. En cada región del estado, las posadas adoptan una personalidad única, pero siempre conservan su esencia de unión y celebración.

Foto: Waltraud Martínez Olvera, Xalapa Veracruz, vía Facebook
Las posadas mexicanas son un reflejo de la diversidad cultural del país y una muestra de cómo las tradiciones locales enriquecen el espíritu navideño. Ya sea a través de danzas, cantos, alimentos o rituales, estas celebraciones nos recuerdan la importancia de la unidad, la generosidad y el respeto por nuestras raíces.