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Cada 3 de mayo, México celebra el Día de la Santa Cruz, una fecha que combina tradición religiosa, cultura popular y homenaje laboral. Aunque su origen se remonta al hallazgo de la cruz en la que fue crucificado Jesucristo —atribuido a Santa Elena en el siglo IV—, en México esta celebración ha adquirido un fuerte vínculo con los trabajadores de la construcción.
Desde la época colonial, los albañiles comenzaron a colocar cruces decoradas en lo alto de las obras en construcción como símbolo de protección divina. Esta práctica, que aún perdura, no solo busca bendecir el lugar de trabajo, sino también visibilizar y dignificar la labor de quienes levantan los edificios del país.
Las cruces suelen estar hechas de madera y decoradas con papel de colores, flores y listones que simbolizan alegría, vida, fe y esperanza. En algunas ocasiones, se acompañan de imágenes religiosas o placas conmemorativas. La bendición de la cruz puede incluir una misa en la obra o una oración sencilla realizada por los propios trabajadores.
La jornada también es un espacio de convivencia. Muchas veces se organiza una comida con música, donde albañiles, arquitectos e ingenieros celebran juntos, fortaleciendo los lazos de respeto y colaboración.
Esta festividad refleja un sincretismo cultural, combinando el catolicismo con prácticas ancestrales, como pedir permiso a la tierra antes de construir. Así, el Día de la Santa Cruz no solo honra la fe, sino también el esfuerzo y orgullo de quienes, ladrillo a ladrillo, construyen el país.
Más que una fecha en el calendario, esta tradición se vive como un acto de comunidad, identidad y gratitud.
EFE