Foto: Sitio web Lugares INAH
En lo profundo de la selva campechana, donde la historia y la naturaleza se entrelazan, se alza El Hormiguero, una joya maya que desafía el paso del tiempo. Su nombre proviene del antiguo campamento chiclero que alguna vez estuvo cerca, pero su grandeza radica en sus impresionantes estructuras, marcadas por el esplendor del estilo arquitectónico Río Bec.
Este asentamiento prehispánico, dependiente de Becán, alcanzó su máximo esplendor entre los siglos VI y VII. Sus templos y edificios administrativos fueron construidos con una maestría que aún hoy asombra, destacando por su decoración de mascarones monumentales y portadas zoomorfas que representan deidades mayas como Chaac, el dios de la lluvia.
Entre sus estructuras más notables se encuentra la Estructura II, que conserva una imponente fachada tripartita con una entrada que evoca las fauces de un monstruo, símbolo del acceso al inframundo. También sobresale la Estructura 66, con paneles labrados que narran el poder de sus antiguos gobernantes.
A lo largo de los siglos, la selva intentó reclamar este santuario de piedra, pero arqueólogos han trabajado incansablemente para preservar su legado. Hoy, El Hormiguero no es solo un vestigio del pasado, sino un testimonio de la creatividad y la cosmovisión de una civilización que, más allá de sus ruinas, sigue viva en la identidad mexicana.
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