Washington, 29 dic (EFE). Jimmy Carter, quien falleció hoy a los 100 años, dejó una huella imborrable en la historia de Estados Unidos. Su increíble viaje desde una granja de maní en Georgia hasta la presidencia del país redefinió lo que significa ser un expresidente, con una vida dedicada a la diplomacia, los derechos humanos y la lucha contra la pobreza.
Carter, quien batalló durante años contra un melanoma que se extendió a su hígado y cerebro, será recordado no solo como uno de los líderes más progresistas de Estados Unidos, sino también como un ejemplo de resiliencia y compromiso.
Un presidente marcado por desafíos
Aunque su mandato (1977-1981) fue breve, estuvo lleno de desafíos. Carter enfrentó la crisis de los rehenes en Irán, un evento que dañó la moral del país y lo convirtió en un blanco de las críticas más conservadoras, quienes lo consideraron un mandatario débil. Sin embargo, el tiempo suavizó estas percepciones. En 2002, Carter recibió el Premio Nobel de la Paz, reconociendo sus esfuerzos en diplomacia y derechos humanos.

Un nuevo modelo para los expresidentes
Tras dejar la Casa Blanca, Carter dedicó su vida a causas humanitarias. En 1982, junto a su esposa Rosalynn, fundó el Centro Carter, una organización enfocada en resolver problemas como conflictos, enfermedades y hambre. Su visión surgió de la experiencia de su presidencia, cuando logró acuerdos históricos como la paz entre Israel y Egipto en Camp David.

“Queríamos llenar vacíos, resolver problemas que otros no querían o no podían afrontar”, explicó Carter en una entrevista.
De raíces humildes al escenario mundial
Carter nació en Plains, Georgia, en 1924, en una granja de maní y algodón. Creció en un ambiente marcado por la segregación racial, pero su madre, una enfermera progresista, influyó profundamente en su carácter. En 1946, se graduó en la Academia Naval de Annapolis y, tras un breve paso por la Marina, volvió a su pueblo natal para gestionar la granja familiar.
Su interés por la política lo llevó a ganar un escaño en el Senado estatal en 1962. En 1970, fue elegido gobernador de Georgia, y en 1976 llegó a la presidencia, cautivando a un país desilusionado con la política tradicional.
Logros y retos en política exterior
En la Casa Blanca, Carter destacó por su enfoque en política exterior. Además de negociar la paz entre Israel y Egipto, restableció relaciones con China en 1979 y firmó los tratados que devolvieron la soberanía del Canal de Panamá a ese país. Sin embargo, su mandato también estuvo marcado por la crisis petrolera de 1979 y las largas filas en las gasolineras.
Un legado que trasciende fronteras
Incluso tras dejar la presidencia, Carter continuó influyendo en el escenario internacional. Fue mediador en conflictos, habló con líderes controvertidos como Fidel Castro y supervisó elecciones en todo el mundo.
Aunque algunas de sus posturas incomodaron a su propio partido, como su crítica a la influencia de Israel en la política estadounidense, Carter se mantuvo fiel a sus principios.
Un hombre de fe y familia
Hasta el final de su vida, Carter continuó predicando en su iglesia bautista en Plains y disfrutando de actividades como la natación y la pintura. Autor de más de 30 libros, dedicó su tiempo a su esposa Rosalynn, con quien estuvo casado 69 años, a sus 22 nietos y bisnietos, y a la Biblia que leía cada noche.
Un legado imborrable
Carter marcó un estándar único para los expresidentes, demostrando que la vida después de la Casa Blanca puede ser aún más trascendental. Su impacto en la política, los derechos humanos y la diplomacia lo coloca como una de las figuras más influyentes del siglo XX.