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Este 17 de septiembre se cumplen cien años del accidente de autobús que marcó la vida de Frida Kahlo y dio origen a una de las trayectorias artísticas más singulares del siglo XX.
En 1925, a los 18 años, Frida viajaba en un autobús con su novio Alejandro Gómez Arias cuando un tranvía los embistió en la calzada de San Antonio Abad, en Ciudad de México. El impacto le provocó múltiples fracturas, lesiones internas y la perforación de la pelvis, dejándola meses postrada en cama y con secuelas permanentes.
El arte como refugio
Durante su convalecencia, Frida pidió óleos a su padre y un caballete adaptado para pintar desde la cama. Un espejo sobre el techo le permitió mirarse y empezar a crear autorretratos que reflejaban su dolor físico y emocional. Obras como Autorretrato con traje de terciopelo (1926) y más tarde La columna rota (1944) nacieron de esa introspección forzada por la enfermedad y la inmovilidad.
Del accidente al mito
Ese episodio no solo definió su estilo pictórico, sino que también la convirtió en un símbolo de resiliencia. Críticos y público reconocen en cuadros como El camión (1929) la memoria latente del accidente. Décadas más tarde, Kahlo se consolidó como referente mundial, uniendo arte, identidad y feminismo.
Homenaje en la Casa Azul
Hoy, el Museo Frida Kahlo conmemora el centenario del accidente con la exposición Frida Kahlo. Pintar por accidente, que recorre su transformación del dolor en creatividad a través de documentos, fotografías y obras clave.
EFE