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Con el cónclave por iniciar en el Vaticano, la atención mundial se centra en una pregunta que va más allá de la identidad del sucesor del papa Francisco: ¿qué nombre elegirá el nuevo pontífice? La tradición de cambiar de nombre al asumir el papado no solo es centenaria, también suele ser una poderosa declaración de intenciones.
Desde que el papa Juan II rompió con su nombre pagano, Mercurio, en el año 533, la práctica de adoptar nombres de apóstoles, mártires o santos se volvió una costumbre. En total, 133 cardenales se encerrarán en la Capilla Sixtina y el mundo conocerá al elegido cuando escuche la famosa frase Habemus Papam desde el balcón de San Pedro, seguida del nombre adoptado: Qui sibi nomen imposuit…
Algunos optan por nombres históricos como Juan, Gregorio, León o Benedicto. Otros, como el argentino Jorge Mario Bergoglio, sorprenden con elecciones inéditas como “Francisco”, en honor a San Francisco de Asís y como guiño a los pobres.
¿Veremos un Francisco II, un Benedicto XVII o un nombre completamente nuevo? Hasta entonces, las apuestas, los análisis y la tradición se entremezclan mientras el Vaticano se prepara para otro momento clave en su historia.
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