Imagen vía Facebook Carlos H. Loza Gutiérrez
Antes de que Guadalajara se estableciera en el Valle de Atemajac en 1542, su historia tuvo varios capítulos en distintos territorios. Uno de los más olvidados es Tlacotán, un asentamiento clave en el camino de la Perla Tapatía, que hoy apenas es recordado.
Guadalajara antes de Atemajac
En 1533, tras un breve paso por Tonalá, Nuño de Guzmán trasladó la ciudad a Tlacotán, cerca de Ixtlahuacán. Fue aquí donde el rey Carlos V de España concedió a Guadalajara el título de ciudad y le otorgó su escudo de armas, marcando un momento crucial en su historia.
Sin embargo, la guerra con los caxcanes, liderados por Tenamaxtli, puso en peligro la permanencia de la ciudad en la zona. La resistencia indígena obligó a los españoles a buscar una ubicación más segura, lo que llevó al traslado definitivo al Valle de Atemajac en 1542.
El legado de Tlacotán
Con la partida de los colonos, Tlacotán quedó en ruinas. Hoy, el lugar guarda pocos vestigios de su pasado, destacando un retablo estípite del siglo XVI que actualmente sirve como altar a la Virgen del Rosario.
A pesar de su relevancia histórica, Tlacotán sigue siendo un sitio perdido en la memoria tapatía, eclipsado por la Guadalajara que hoy conocemos.