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Los incendios que afectan a Los Ángeles han dejado tras de sí una crisis humanitaria y animal sin precedentes. Más de 150.000 personas han sido evacuadas y, junto a ellas, miles de mascotas ahora llenan los refugios de emergencia, que se encuentran al límite de su capacidad.
Los refugios albergan perros, gatos, caballos, tortugas, cacatúas e incluso cabras, muchas de las cuales no han podido ser identificadas o no podrán regresar con sus dueños porque sus hogares fueron reducidos a cenizas.
Entre las historias de este desastre, destaca la de Cali, una residente que enfrentó la angustia de evacuar el establo Eaton Dam Stable. “Fue probablemente la peor noche de mi vida”, relata. Sus caballos, como muchos otros animales grandes, fueron trasladados al Los Angeles Equestrian Center (LAEC), que ahora acoge temporalmente a entre 200 y 300 animales desplazados.
“Esta es una de las emergencias más grandes que hemos enfrentado”, dijo Jennie Nevin, directora ejecutiva del LAEC, que ha convertido su espacio habitual para espectáculos en un refugio improvisado. Entre los huéspedes hay burros, mini vacas y cerdos, animales que ahora dependen de la solidaridad de los habitantes de la ciudad.

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En el Pasadena Humane Society, otra organización cercana a los incendios, la situación es igualmente crítica. Con capacidad para 450 animales, el refugio está lleno, albergando a más de 100 mascotas sin propietarios registrados. Kevin McManus, jefe de comunicaciones, destaca el apoyo de la comunidad, que ha donado recursos para atender a los animales. Sin embargo, la incertidumbre persiste.
“Pensábamos que muchos animales estarían aquí solo unos días, pero sus dueños no tienen un hogar a donde volver”, lamenta McManus. Los incendios, impulsados por los vientos de Santa Ana, ya han arrasado 15.000 hectáreas, destruido 12.000 estructuras y dejado al menos 23 fallecidos.
A pesar de la devastación, las historias de reencuentro entre mascotas y sus dueños brindan esperanza. “Ver a un animal reencontrarse con su familia nos da energía para seguir”, concluye McManus, recordando la importancia de la conexión entre humanos y animales en momentos de crisis.

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