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Apenas han pasado 100 días desde que Marco Rubio asumió como secretario de Estado, y ya se ha convertido en la figura más multifuncional del gabinete de Donald Trump. Además de liderar la diplomacia estadounidense, Rubio suma responsabilidades clave: desde esta semana, también se encargará de la seguridad nacional del país.
El presidente Trump lo confirmó en la Casa Blanca con tono elogioso: “Marco es increíble, cada vez que tengo un problema lo llamo y él lo soluciona”. Minutos después, anunció vía redes sociales que Rubio sustituirá de forma interina al consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, apartado tras el escándalo del ‘Signalgate’.
Con este nuevo rol, Rubio deberá coordinar la estrategia antiterrorista, gestionar crisis internacionales y alinear al Departamento de Estado con el Pentágono y las agencias de inteligencia, en medio de una tensa guerra comercial global.
De origen cubano y exsenador por Florida, Rubio fue rival de Trump en las primarias de 2016, pero ha sabido integrarse al círculo cercano del presidente. Desde su nombramiento como secretario de Estado, ha acumulado tareas: dirige el cierre de Usaid, custodia los Archivos Nacionales y participa en decisiones clave del gabinete.
A pesar del volumen de trabajo, Rubio mantiene un perfil sobrio. En tono de broma, recientemente dijo que ya teme “comer algo sin que el secretario de Salud lo regañe”. Casado, padre de cuatro hijos y católico practicante, el político floridano es ahora una figura central en la Casa Blanca… y no parece tener techo.
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