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Tras la muerte del papa Francisco, el Vaticano debe iniciar uno de los momentos más solemnes de la Iglesia católica: el cónclave. Este proceso es seguido por millones del mundo pues es cuando los cardenales se reúnen en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo pontífice.
Uno de los símbolos más emblemáticos de este proceso es la fumata, el humo que sale de la chimenea del Vaticano para anunciar los resultados de cada votación: el humo negro indica que aún no se ha alcanzado un consenso mientras que el humo blanco señala que uno de los cardenales ha sido elegido como nuevo Papa tras recibir al menos 77 votos.
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Una tradición centenaria
Esta tradición se remonta al siglo XIII, cuando en sus orígenes el humo negro se producía al quemar las papeletas de votación, mientras que el blanco se lograba añadiendo paja húmeda; sin embargo, se tuvo que cambiar de método debido a las posibles confusiones que se dieron, puesto que en el cónclave de 1978 el humo salió gris.
Para evitar ambigüedades, desde 2005 se utiliza un sistema más preciso con dos estufas. Una quema las papeletas y la otra libera humo coloreado mediante sustancias químicas:
- Negro: perclorato de potasio, antraceno y azufre.
- Blanco: clorato de potasio, lactosa y colofonia.
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Además del humo, el anuncio oficial se realiza con el repique de campanas de la Basílica de San Pedro y poco después, un cardenal aparece en el balcón central del Vaticano y pronuncia las palabras: “Habemus Papam”. En ese momento se revela al mundo la identidad del nuevo líder de la Iglesia católica.