Imagen vía X Vatican News
Aunque la situación de salud del Papa Francisco sigue siendo incierta, la Iglesia Católica ya tiene establecidos los procedimientos para garantizar una transición ordenada en el caso de su fallecimiento. Estos rituales, perfeccionados a lo largo de los siglos, son clave para mantener el orden dentro de la Santa Sede.
Protocolos ante la muerte del Papa
Cuando el santo Pontífice fallezca, se deben seguir una serie de protocolos para la elección del siguiente papa y para disponer de los restos del Pontífice que fallezca:
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Primero, la muerte del Papa debe ser confirmada por el jefe del departamento de salud del Vaticano y el cardenal camarlengo, quien asume la administración temporal de la Iglesia. Actualmente, el cargo de camarlengo está a cargo del cardenal Kevin Joseph Farrell, un estadounidense de origen irlandés. Tras el fallecimiento, el cuerpo del papa es trasladado a la capilla privada, vestido con sotana blanca, y se coloca en un ataúd de madera forrado de zinc.
El camarlengo redactará un documento que autentica la muerte, asegurando los bienes privados del Papa y sellando sus aposentos. Además, el anillo del pescador, usado por el Papa para sellar documentos oficiales, se destruye con un martillo ceremonial para evitar falsificaciones.
Velorio del papa
Tras la modificación hecha por el Papa Francisco, al momento de su muerte será velado en la Basílica de San Pedro, con su cuerpo dentro del ataúd que no estará sobre un pedestal elevado.
El Colegio Cardenalicio decidirá el día y la hora en el que se llevará a cabo el velorio en la basílica, que será oficiada por el camarlengo.
El proceso de selección del nuevo papa: el Concláve
Entre los 15 y 20 días después de la muerte del papa, el decano del Colegio Cardenalicio convocará a los cardenales de Roma para elegir al sucesor.
Durante este periodo, el Colegio Cardenalicio se mantiene al pendiente de la Iglesia, pero no puede tomar decisiones importantes. Al reunirse los cardenales en la Capilla Sixtina, deberán presentar juramento secreto y votar en secreto.
Solo pueden votar los cardenales menores de 80 años y se necesita una mayoría de dos tercios para la elección del nuevo papa. Es en ese momento en el que los cardenales pueden abandonar el conclave.
Estos protocolos, aunque solemnes, garantizan una transición cuidadosa y respetuosa hacia el próximo líder de la Iglesia Católica, manteniendo la integridad del Vaticano en todo momento.