Imagen vía web Pueblos Mágicos
La Ruta del Peregrino es una mezcla de fe, esfuerzo y conexión con la tierra jalisciense, con más de 200 años de historia, este camino espiritual reúne a millones de personas que, año con año, se dirigen a Talpa de Allende para rendir homenaje a Nuestra Señora del Rosario de Talpa.
Aunque su momento más concurrido es durante marzo y Semana Santa, la ruta está abierta todo el año. Recorrerla es mucho más que caminar 117 kilómetros desde Ameca hasta Talpa: es vivir una experiencia transformadora entre montañas, pueblos mágicos, arquitectura religiosa y tradiciones vivas que dan identidad a Jalisco.
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El camino y sus encantos
La Ruta del Peregrino atraviesa la Sierra Madre Occidental y conecta tres pueblos mágicos:
- Mascota, con su rica herencia cultural;
- San Sebastián del Oeste, un rincón minero detenido en el tiempo;
- Talpa de Allende, destino religioso que recibe a más de tres millones de personas al año.
A lo largo del camino, los peregrinos no solo enfrentan desafíos físicos, también encuentran descanso, gastronomía local, y la compañía de miles de personas que, como ellos, caminan con esperanza y devoción.
La historia de la Virgen
Según la tradición, la imagen de la virgen fue modelada en 1585 por indígenas tarascos y ha sido objeto de devoción desde entonces; se dice que en 1644 ocurrió un milagro de renovación, cuando la antigua escultura de pasta de caña se transformó en una imagen tallada en tepehuaje, una madera rojiza y resistente.
Pequeña y morena, con un lunar en la mejilla, la Virgen del Rosario de Talpa refleja los rasgos de las mujeres de la región y su historia comparte raíces con otras devociones icónicas de Jalisco, como la Virgen de Zapopan y la de San Juan de los Lagos.
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Talpa: donde el alma se llena
Talpa de Allende, cuyo nombre significa “lugar sobre la tierra”, es un pueblo que huele a guayaba, café y chilte. Su basílica del siglo XVIII es el corazón espiritual del municipio, mientras que el Museo de Nuestra Señora del Rosario resguarda vestidos bordados con hilo de oro, milagros documentados y ofrendas de fe.
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Cada rincón del camino ofrece una historia, un altar o una vista que conmueve. Y aunque muchos llegan por promesas o agradecimientos, todos se van con algo más profundo: la certeza de haber vivido una experiencia única, de esas que se quedan en el alma para siempre.