Imagen vía web Gobierno de México
En el corazón de Chiapas, envuelto en neblina y tradición, San Cristóbal de las Casas se alza como un testimonio vivo de la riqueza cultural de México. Es una ciudad llena de alegría con sus calles empedradas, fachadas coloridas y los sonidos de marimba en el aire.
Cada rincón cuenta una historia. Su plaza principal, vigilada por la imponente Catedral de estilo barroco, es un punto de encuentro donde se cruzan siglos de memoria. Al caminar por sus barrios, es imposible no sentir la presencia del pasado: artesanos que entretejen textiles con manos hábiles, orfebres que dan forma a sueños dorados y familias que transmiten oficios como un legado invaluable.
Los nombres de sus calles, las festividades que iluminan el calendario y los murmullos del viento que acarician sus verdes colinas, hablan de una ciudad que no se rinde ante el olvido. Aquí, “Hueyzacatlán”, como lo llamaban los antiguos, se convirtió en San Cristóbal, protector de viajeros, y adoptó el apellido de Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indígenas.
Más que su arquitectura espléndida, lo que hace mágico a este lugar es su gente. Los sones del Carnaval, las velas de la Feria de la Primavera y la Paz, y las risas durante la fundación de la ciudad cada 31 de marzo son un eco de la alegría y resistencia de su pueblo.
San Cristóbal es nostalgia pura: una ventana al México profundo donde las tradiciones no se marchitan, sino que florecen con cada amanecer. Es el México que llevamos en el alma, que nos recuerda que nuestras raíces son fuertes y nuestras historias, infinitas.