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Menos de un año después de concluir su monumental Eras Tour, Taylor Swift vuelve al centro del espectáculo con The Life of a Showgirl, su duodécimo álbum de estudio. La producción convierte su vida en un show de teatralidad y pop enérgico, ofreciendo a los fans un recorrido entre bastidores por casi dos décadas de carrera.
El disco, de 41 minutos y 12 canciones, abre con The Fate of Ophelia, donde la artista se compara con la trágica figura shakespeariana, aunque esta vez como alguien que sobrevive y renace.
Influencias del pop nórdico
Con la producción de Max Martin y Shellback, Swift deja de lado su colaboración con Jack Antonoff para explorar sonidos frescos. Canciones como Opalite evocan a Abba y la tradición sueca del pop, mientras Actually Romantic y Wi$h Li$t juegan con la fama y el deseo.
La canción más íntima
Siguiendo su tradición, la quinta pista, Eldest Daughter, se convierte en la confesión más personal del álbum, dirigida a su hermano Austin y a los fans que la ven como una “hermana mayor”.
El cierre llega con la colaboración de Sabrina Carpenter en The Life of a Showgirl, reafirmando que el brillo del espectáculo también esconde sacrificios.
EFE